Elegir el vestido de boda y no morir en el intento

Durante los meses previos a la boda, no dejé de preguntarme si era una princesa. Si tal vez, podría o no podría permitirme un traje de alta costura, ¿puedo?. No lo sabía. ¿Tendré que usar los pantalones vaqueros para celebrar mi boda?. Que ocurre, si por un casual, quiero estar envuelta en tul, sumergida entre piedras preciosas, ¿estaría bien?. Después, comencé a pensar en algo más típico y lógico: ¿lloraré de camino al altar? ¿llorará él al verme llegar?. ¿Le importará a alguien? y lo más importante ¿me importará a mí?.

Bueno, después de divagar mucho, después de darle muchas vueltas al asunto, te das cuenta de que aunque no quieras admitirlo, sabes que importa: mucho, quizás demasiado.

Cuando alguien pasa toda su vida de joven soñando con el día de su boda, y llega este día, te das cuenta de que puedes acabar totalmente obsesionada con el día de tu boda. Todo se convierte en una locura: prisas, estrés, problemas, hacer de cualquier granito de arena un mar de dudas. Bueno, me entenderás mejor si has organizado tu boda, o estás en ello.

Dudas sobre los ramos de flores, dudas sobre el menú, dudas sobre el banquete, y más dudas respecto a todo. Incluso a veces, te permites el lujo de dudar de ti misma. Pero llega el momento, en el que después de pensar en el lugar donde celebrar el banquete de bodas, llega el gran momento, el vestido.

vestidonovia
¡Oh!, sí. El vestido de novia. Será tu enemigo hasta que te hagas a el. No pararás de buscar, incluso cuando lo encuentres, seguirás buscando. Y aunque lo tengas encargado, y pagado, seguirás buscando, viendo fotografías, leyendo revistas en la peluquería – donde verás que todas las peluquerías parecen conspiran contra ti, poniendo revistas de bodas, para que no desconectes ni un solo instante, ni un solo segundo -. Te darás cuenta, de que el vestido es lo más difícil de elegir para el día de tu boda.

Lo siento, es una faena, y aunque tengas el vestido de boda más caro de la historia: no te convencerá del todo. Puede que sea elegante, fino, moderno, atrevido, que te quede como un guante, es igual. El vestido, generará dudas, e incluso durante el camino al altar, puede que si eres una loca obsesiva como yo, te des cuenta de que no te queda tan bien como tu querías. Pero lo elegiste tu, todo el mundo te vio con el vestido, y a todo el mundo gustó – excepto tu novio, él, no lo pudo ver -, y te preguntas si le gustarás, si le gustará como te sienta, o si por el contrario tendrá ganas de salir huyendo despavorido, delante de toda su familia, delante de toda tu familia. En fin, un posible desastre que pasa por tu cabeza y es improbable que ocurra.

No se te ocurre otra cosa que, elegir un vestido que no casa contigo, que no es de tu estilo; pero es igual, tu quieres impresionar. Nunca has llevado escote, pero da igual, compras uno con un escote muy sexy, insinuante,  casi provocativo, y justo cuando te lo pones antes de la boda, te das cuenta de que ‘te has pasado’. De que no va con tu personalidad. No hay vuelta atrás. No. A lo hecho, pecho, y tu, ya no puedes hacer nada.

Da igual que sea un vestido de novia de Rosa Clara, o de Santos, no importa. No te gustará algo de el vestido. Pero bueno, para ser sincera, esto solo lo pensarás tu misma. A todos tus invitados y a tu novio le gustará.

Así que dedícate a disfrutar durante este maravilloso día, y se muy feliz.

¡Feliz boda!

Elegir el vestido de boda y no morir en el intento